Las chicas del cable: ¡larga vida al vestuario de los años 20!
Por Jen
En los años 20, la silueta 'boxy' se sentía liberadora para las mujeres que no tenían permitido salir a la calle sin sombrero (en algunos países) y que comenzaban a luchar porque les fueran reconocidos derechos como el voto y la posibilidad de divorciarse. Los vestidos les daban libertad para moverse y fluían mientras bailaban, y el pelo corto era tendencia porque se sentía sensual y moderno.
Por todo eso me gustan los años 20, una de mis épocas de vestuario favoritas de todos los tiempos. Creo que ya habíamos hablado de esto hace un tiempo cuando reseñamos 'The Great Gatsby', pero hay algo en esta época que se me hace más elegante y lujosa que todas las demás, y por eso cuando una amiga me habló de 'Las chicas del cable' y además me contó que era una serie de mujeres luchando por sí mismas, ya estaba enamorada. Y ahora que la serie confirmó una segunda temporada (se estrenaría en diciembre) estoy más emocionada aun.
Y cuando comencé a verla no pude sino enamorarme más de la historia (aunque a muchos les parezca de telenovela) y de sus personajes, cuatro mujeres que por razones muy distintas comienzan a trabajar en la Compañía Nacional de Teléfonos y se convierten en las mejores amigas, ayudándose mutuamente a salir de sus propios problemas e inseguridades. Me uno a la crítica casi generalizada de que la música mata muchas de las escenas porque aunque han querido darle un aire de modernidad, no conectan demasiado con la historia, especialmente cuando los ponen a bailar al ritmo de hip hop en las fiestas (*inserte emoji de eye roll aquí*). Pero el tema del vestuario de verdad entretiene y conduce al televidente hacia ciertos detalles que resultan sutiles, pero poderosos a la vez.
La encargada de este trabajo es Helena Sanchís, que ha trabajado en otras grandes producciones españolas y que creó un pequeño universo de vestuario alrededor de los cuatro personajes principales, Alba (o Lidia), Marga, Ángeles y Carlota, sus orígenes y situación particular. “Son muy diferentes y lo único que tienen en común son las ganas de libertad y la fuerza para luchar por ella. Marga es la más humilde y hemos utilizado tejidos más sencillos, como algodones y linos, y colores menos llamativos; Ángeles, que es una ama de casa que intenta aparentar felicidad, luce un vestuario colorido y alegre, sobre todo gasas y tejidos vaporosos, convirtiéndose en la única que lleva estampados; Carlota es una 'niña bien' que se rebela: esto se refleja en su estilismo con vestidos modernos y juego de contrastes y geometrías. Por último está Lidia, misteriosa y felina, que lleva tejidos satinados de colores profundos, con peso, cortes sencillos pero elegantes”, aseguró a los medios pendientes de la historia de este vestuario.
La pieza simbólica de esta serie es, sin duda, el uniforma de las chicas, que representa todo lo que era la moda de los 20: nada de corsés ni énfasis en la silueta, con un pequeño lazo azul 'navy' en el cuello y 'cinturón' en la cadera, denotando la 'sencillez' de la mujer que tenía que dejar las comodidas y 'someterse' al trabajo.
La ropa de hombres y mujeres fue confeccionada en su mayoría en la Sastrería Cornejo, de Madrid, y en el taller de Sanchís, con las medidas exactas de cada una de las protagonistas. Pero ella tenía un as bajo la manga y era su afición por las compras de época. En una pequeña sastrería italiana consiguió auténticas piezas de los 20 que sirvieron para complementar su trabajo. Las prendas más especiales que consiguió allí fueron los sombreros, una pieza hermosa que a la vez representaba opresión en España, pues las mujeres no tenían permitido ser vistas en mitad del día sin usar uno de ellos en la calle.
Como resultado, vemos siluetas completamente 'flapper' de día y de noche, algo más sencillo para la luz del sol y opulento cuando se trata de la ocasiones de fiesta. Mención especial merece el trabajo de bordado exquisito de los vestidos, al mejor estilo de la época, y por supuesto los tocados, que dejan sin aliento. El trabajo de estilismo se completa bellamente con peinado y maquillaje: cabellos perfectamente cortos (gracias a Dios era la moda entonces y ojalá vuelva pronto para que toda dejen de verse como hermanas de las Kardashian) y maquillaje sutil, enfatizando los ojos.
De los personajes, mi favorita es Alba (Lidia Aguilar), que siendo una chica pobre se mezcla perfectamente con la sociedad gracias a su belleza y gusto exquisito. Tal vez sea la mujer a la que mejor le quedan los labios rojos en todo el mundo mundial, y no le tiene miedo al exceso de accesorios: collares, tocados, guantes... todo vale para ella y ¡me encanta!
En definitiva, una serie con la que vale la pena deleitar el ojo porque hay un gran trabajo de vestuario, conectado con la historia y con el afán de las protagonistas de lograr la anhelada libertad. Una historia de cuando las mujeres decidieron dejar de cubrirse para comenzar a expresarse, de una época que vuelve cada tanto a recordarnos que hay vida más allá de la silueta de reloj de arena. ¿Será que podemos revivir los gloriosos años 20 otra vez?
¿Ya se vieron 'Las chicas del Cable'? Si también son fans, cuéntenos qué es lo que más les gusta del vestuario... y dejen sus recomendaciones de series en nuestras redes: Facebook, Instagram y Twitter. ¡Los esperamos!
En los años 20, la silueta 'boxy' se sentía liberadora para las mujeres que no tenían permitido salir a la calle sin sombrero (en algunos países) y que comenzaban a luchar porque les fueran reconocidos derechos como el voto y la posibilidad de divorciarse. Los vestidos les daban libertad para moverse y fluían mientras bailaban, y el pelo corto era tendencia porque se sentía sensual y moderno.
Fotos: Netflix |
Y cuando comencé a verla no pude sino enamorarme más de la historia (aunque a muchos les parezca de telenovela) y de sus personajes, cuatro mujeres que por razones muy distintas comienzan a trabajar en la Compañía Nacional de Teléfonos y se convierten en las mejores amigas, ayudándose mutuamente a salir de sus propios problemas e inseguridades. Me uno a la crítica casi generalizada de que la música mata muchas de las escenas porque aunque han querido darle un aire de modernidad, no conectan demasiado con la historia, especialmente cuando los ponen a bailar al ritmo de hip hop en las fiestas (*inserte emoji de eye roll aquí*). Pero el tema del vestuario de verdad entretiene y conduce al televidente hacia ciertos detalles que resultan sutiles, pero poderosos a la vez.
La encargada de este trabajo es Helena Sanchís, que ha trabajado en otras grandes producciones españolas y que creó un pequeño universo de vestuario alrededor de los cuatro personajes principales, Alba (o Lidia), Marga, Ángeles y Carlota, sus orígenes y situación particular. “Son muy diferentes y lo único que tienen en común son las ganas de libertad y la fuerza para luchar por ella. Marga es la más humilde y hemos utilizado tejidos más sencillos, como algodones y linos, y colores menos llamativos; Ángeles, que es una ama de casa que intenta aparentar felicidad, luce un vestuario colorido y alegre, sobre todo gasas y tejidos vaporosos, convirtiéndose en la única que lleva estampados; Carlota es una 'niña bien' que se rebela: esto se refleja en su estilismo con vestidos modernos y juego de contrastes y geometrías. Por último está Lidia, misteriosa y felina, que lleva tejidos satinados de colores profundos, con peso, cortes sencillos pero elegantes”, aseguró a los medios pendientes de la historia de este vestuario.
La pieza simbólica de esta serie es, sin duda, el uniforma de las chicas, que representa todo lo que era la moda de los 20: nada de corsés ni énfasis en la silueta, con un pequeño lazo azul 'navy' en el cuello y 'cinturón' en la cadera, denotando la 'sencillez' de la mujer que tenía que dejar las comodidas y 'someterse' al trabajo.
La ropa de hombres y mujeres fue confeccionada en su mayoría en la Sastrería Cornejo, de Madrid, y en el taller de Sanchís, con las medidas exactas de cada una de las protagonistas. Pero ella tenía un as bajo la manga y era su afición por las compras de época. En una pequeña sastrería italiana consiguió auténticas piezas de los 20 que sirvieron para complementar su trabajo. Las prendas más especiales que consiguió allí fueron los sombreros, una pieza hermosa que a la vez representaba opresión en España, pues las mujeres no tenían permitido ser vistas en mitad del día sin usar uno de ellos en la calle.
En los años 20 los accesorios eran importantes: sombreros, guantes, pieles... o todo a la vez |
De los personajes, mi favorita es Alba (Lidia Aguilar), que siendo una chica pobre se mezcla perfectamente con la sociedad gracias a su belleza y gusto exquisito. Tal vez sea la mujer a la que mejor le quedan los labios rojos en todo el mundo mundial, y no le tiene miedo al exceso de accesorios: collares, tocados, guantes... todo vale para ella y ¡me encanta!
Los vestidos de noche son los más llamativos... y Lidia lleva el lujo como ninguna |
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